Me jubilo. Ganas tenía desde hace tiempo. Lo que comenzó en
agosto de 2009 acabará en septiembre de 2014. Han sido 5 años de alegrías y
sufrimientos, a partes iguales, con 180 competiciones oficiales en 10
provincias diferentes de 5 regiones españolas, con algún pódium y muchas
medallas y trofeos y solo 1 abandono. La dinámica de entrenar siempre para
competir está predestinada a pasar factura, sobre todo mentalmente. También
están los problemas físicos, evidentemente, que arrastro desde hace algunos
meses y, en especial, la jodienda del corazón que me va a condicionar de por
vida, haga o no haga deporte. Técnicamente se llama soplo asintomático funcional, es decir, la válvula de entrada (en el periodo de sístole) no sella bien pero no tengo ningún síntoma por lo que, al hacer un gran esfuerzo físico me puedo quedar en el sitio. El cuerpo me ha brindado un regalo de despedida. Por
la parte mental, me encuentro muy saturado y cansado, sin motivación para ir a
otra competición y la que me queda por hacer, la ultratrail de Sierra Nevada,
la haré solamente por la zona en la que se ubica, para disfrutar del paisaje.
¿Qué razones me han llevado a tomar esta decisión? Cuando pensé
competir en carreras a pie en aquella brutal subida a Mojácar (excelente bautismo)
en una calurosa tarde de finales de agosto de 2009, me planteé una serie de
retos a cumplir en el menor plazo posible. Después de 5 años se han cumplido la
mayoría, por lo que una vez superados ya no me motiva volver a lograrlos, y los
que no se han cumplido, pocos por suerte, después de 5 años de intentos será casi
imposible que los logre por lo que tampoco me interesa seguir insistiendo. Así
pues, entre los retos logrados y los que no, cubro casi la totalidad de las
competiciones del mercado actual. ¿Qué sucede con las que quedan? Que ya las he
realizado y pasaron sin pena ni gloria o no las puedo realizar por diversas
circunstancias: lejanía, precios, dificultad técnica, fechas, etc.
Después está el tema
económico, muy importante. Tanto las carreras a pie como el triatlón se han convertido
en modas y en jugosos negocios para los avispados organizadores (la mayoría)
que buscan sacar dinero del sufrimiento de los atletas y cada vez son más caras
las carreras y con menos servicios al corredor (algo tan básico como que no
falte agua y fruta durante y después de correr y un sitio donde poder ducharse
al finalizar, en muchos casos, cada vez más, ni siquiera se consigue), es
decir, todo está enfocado a ganar dinero cuando, hasta no hace muchos años, lo
que prevalecía era el buen trato al corredor e inscripciones gratuitas o casi,
la mejor forma de fomentar el deporte. Actualmente, solo conozco 3-4
competiciones del sureste de la península con inscripción gratuita y una atención
decente hacia los atletas, de un calendario de cientos de pruebas.
Todo este cúmulo de circunstancias ha hecho que pierda la
motivación para ponerme un dorsal en el pecho aunque, obviamente, un deportista
siempre hará deporte porque es una filosofía de vida, por lo que nada ni nadie
me impedirá salir, solo o acompañado, a la montaña o al río o donde me plazca o
a hacer series (pero vigilando las pulsaciones, que corazón solo tengo uno) 3,
4 ó 5 veces a la semana o ninguna, sin ningún objetivo de competición,
simplemente para disfrutar haciendo deporte al aire libre, tal y como hacía
antes del verano de 2009.
¿Me arrepentiré? Probablemente no a no ser que cambie la
situación actual de las carreras populares, algo en lo que las federaciones
regionales deberían intervenir más. Hasta que no vea un marcado cambio no
volveré a competir salvo algo muy, muy excepcional…