¿Los payasos tienen sentimientos? La idea que subyace de
esta cuestión es casi trivial: la representación circense de un payaso, en
cualquiera de sus diferentes tipos salvo el Arlecchino (arlequín), manteniendo
la parte esperpéntica de su actuación (refiriéndome al esperpento tratado en la
narrativa de Valle-Inclán), supone, en última instancia, una actuación
metafórico-humorística del tema tratado. Tanto es así que, el payaso como actor
(de método o no, sin entrar en la capacidad de la persona para realizar su
actuación) transforma hasta el surrealismo lo que pretende hacer llegar al
público, subjetivizando su actuación de tal manera que es intrínseca al payaso,
esto es, los mismos argumentos tratados por otro payaso suponen una exposición
temática radicalmente distinta y con sello propio.
Así, la pregunta anterior no es nada evidente en su
respuesta, aunque la fenomenal pero poco conocida obra “Pagliacci” (Payaso)
responde afirmativamente y no deja lugar a dudas sobre la humanidad del payaso
como actor y lo que le rodea.
“Ridi, Pagliaccio, sul tuo amore infranto! Ridi del duol,
che t’avvelena il cor!” (Ríe, payaso, ¡tu amor se ha roto! ¡Ríete del dolor (la
pena) que envenena tu corazón!).
¿Cómo se puede extrapolar la breve argumentación anterior?
En la vida hay que considerarse actor y, a veces, payaso (no me refiero al
significado despectivo de la palabra, sino al actoral) por lo que el ser humano
siempre está actuando, ya sea frente a situaciones o circunstancias o en
connivencia con otras personas. Así pues, el actor englobado en el acto
esperpéntico, es decir, cuando el actor se transforma en payaso, también ha de
tener sentimientos aunque éstos solo deben aflorar en el actor y no en el
payaso que se los debe guardar en el fondo de su corazón aunque esté
envenenado, tal y como reza el pasaje anterior. De ahí surge la expresión en
nuestro idioma de “ser como el payaso triste, que siempre ha de reír aunque
esté triste en su interior”, perfectamente reflejada en la poesía “Reír Llorando”
de Juan Peza.
En la sociedad occidental actual el payaso se menosprecia y
se infravalora como el personaje que entretiene a los niños pero, desde su
aparición allá por las dinastías egipcias hasta su máximo apogeo en la Italia
del siglo XIX, siempre fue el personaje más querido y aplaudido por su modo de
reflejar los avatares diarios de los pueblos de forma amena y simpática. Es una
lástima que se hayan visto relegados a los circos y a la pequeña pantalla, estos últimos más bien forman una hornada revenida de cuasi-humoristas que piensan que Shakespeare es un tipo de galleta...
Por cierto, Shakespeare fue un tipo que escribió la tremenda obra "La Tempestad" en la que aparecen frases como "hell is empty and all the devils are here" (el infierno está vacío y todos los demonios están aquí). Ahí queda eso.
Nota:
Homenaje al mejor payaso moderno: Charlie Rivel.